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Dos gigantes de Nayarit: Mi aventura en los volcanes Sangangüey y Ceboruco

Dos gigantes de Nayarit: Mi aventura en los volcanes Sangangüey y Ceboruco

Día 1

Mi día comenzó en el Hotel Real de Don Juan, un alojamiento emblemático en Tepic que combina comodidad, elegancia y una ubicación estratégica. Situado en pleno centro de la ciudad, este hotel es ideal tanto para viajes de negocios como para quienes desean explorar la capital nayarita con tranquilidad.

Sus modernas habitaciones, el trato amable del personal y sus servicios completos —como restaurante, gimnasio y alberca— hacen que uno se sienta como en casa desde el primer momento.

Desayuno en el corazón de Tepic

Después de una noche de descanso reparador, me dirigí a Casa 164, una acogedora cafetería ubicada a pocos pasos del centro histórico de Tepic. Este lugar es perfecto para comenzar el día: su ambiente cálido, decoración con detalles vintage y menú cuidadosamente curado ofrecen una experiencia matutina muy especial. El aroma del café recién hecho y sus opciones de desayuno —desde panadería artesanal hasta platillos más elaborados— hacen de Casa 164 un punto obligado para quienes buscan disfrutar de lo local con un toque moderno.

Sangangüey: donde el cielo se toca con la tierra

Mi jornada comenzó temprano, cuando el sol apenas despuntaba en el horizonte. El Sangangüey se alzaba imponente frente a mí (2,340 msnm), cubierto de vegetación espesa y una bruma que le daba un aire místico. Empecé la caminata con emoción y algo de nervios. El sendero era exigente: raíces que parecían manos que querían atraparme, piedras resbaladizas, y tramos en los que el sol apenas se colaba entre los árboles.

Después de casi cuatro horas de ascenso, llegué a la cima. Estaba agotado, pero en cuanto alcé la vista, todo el cansancio desapareció. Frente a mí, Nayarit se extendía como una pintura viva: valles verdes, parches de neblina que se movían como nubes bajas, y un silencio profundo que solo era interrumpido por el viento.

¿Qué llevar para acampar?

Tienda de campaña resistente al viento (en la cima sopla fuerte).

Saco de dormir para bajas temperaturas (de 5°C a 10°C en la noche).

Linterna frontal y baterías extra (no hay luz artificial).

Comida ligera y energética (barritas, frutos secos, comida deshidratada).

Agua suficiente (al menos 3 litros por persona).

Dificultad
Moderada-Alta (requiere condición física).
Tiempo de ascenso
4-5 horas (dependiendo del ritmo)
Recomendación
Llevar bastones de trekking, ya que algunas partes son resbalosas.

Caía la tarde y el cielo comenzaba a teñirse de naranja. Armamos el campamento sobre una planicie cercana a la cumbre. Esa noche fue especial. Compartimos una cena sencilla —tortillas, atún, pan y café que aún estaba caliente en el termo— y nos sentamos a mirar el cielo. Las estrellas, una por una, comenzaron a aparecer. Sin contaminación lumínica, se veían como nunca antes: nítidas, infinitas, algunas fugaces. Me sentí pequeño, pero a la vez completamente presente. Dormí ligero, con el murmullo del viento y el recuerdo de las estrellas grabado en la mente.

A la mañana siguiente, subí nuevamente a un punto más alto de la cumbre. El amanecer fue sobrecogedor. Desde ahí, Nayarit parecía un mapa en movimiento, vivo, dorado por la luz del sol. Respiré hondo. Pocas veces me había sentido tan libre.

Día 2

Ceboruco: Fuego bajo la piel de la tierra

Un merecido desayuno a la falda del volcán.

Con las piernas todavía cansadas, emprendí el camino hacia el volcán Ceboruco, en el municipio de Jala. Antes de comenzar el ascenso, me detuve en una localidad cercana llamada Coapán, un pequeño poblado con alma agrícola y hospitalidad auténtica. Allí, desayuné en un lugar que me recomendaron: El Rincón del Campesino.

El aroma del café recién colado me dio la bienvenida, y pronto llegó un platillo que aún recuerdo con antojo: tasajo, suave y ahumado, acompañado de frijoles de la olla, salsa molcajeteada y tortillas hechas a mano. Ese desayuno no sólo me llenó el estómago; me dio una bocanada de identidad nayarita.

Arte volcánico: entre fuego y manos artesanas

Antes de subir al volcán, hice una parada inesperada pero fascinante: visité un taller de piedra volcánica en las cercanías, donde artesanos locales transforman la fuerza de la naturaleza en arte. Ver cómo, a partir de la roca que alguna vez fue lava ardiente, crean desde utensilios de cocina hasta piezas decorativas fue una experiencia profundamente humana y creativa. Las texturas, los colores grises y oscuros, y la maestría con que manejan este material tan desafiante, son un homenaje a la relación entre el hombre y el volcán.

Si estás buscando un viaje que mezcla aventura, naturaleza salvaje, gastronomía tradicional y momentos que se quedarán contigo para siempre… Nayarit te espera.

Ascenso al Tonán

El Ceboruco tiene una personalidad distinta. Mientras subía, sentí cómo el clima y el paisaje cambiaba en cada tramo. Al principio, el calor era húmedo y la vegetación espesa. Luego, el aire se volvía más seco y frío, con árboles bajos y una sensación de altitud. Y finalmente, cerca de la cima, la tierra se tornaba gris y áspera, con fumarolas que brotaban del suelo, recordándome que este gigante aún respira.

Caminé hasta el cráter del volcán, un lugar que parece sacado de otro mundo. Silencio,piedras negras, olor a azufre y un horizonte que parecía sin fin. Me quedé allí un rato,solo, contemplando la energía contenida bajo mis pies.

Nayarit desde las alturas

Y luego vino el clímax del viaje: me lancé en parapente desde una de las laderas del Ceboruco. El viento era fuerte, pero constante. En el aire, flotando sobre ese volcán dormido, sentí una mezcla de vértigo, paz y una alegría que pocas veces he experimentado. Era como si el mundo entero se hubiera detenido para mí. Desde la cima, la vista del Valle de Jala es impresionante, con sus campos de maíz y agave. Si llevas drone, ¡es el lugar perfecto para tomas aéreas!

¿Qué llevar para acampar?

Zapatos con buena tracción (el suelo es rocoso y suelto).

Protector solar y gorra (no hay sombra).

Mascarilla o pañuelo (en zonas con azufre, el olor puede ser fuerte).

Agua y snacks energéticos (hidratación es clave).

Dificultad
Moderada (menos exigente que el Sangangüey, pero con terreno irregular).
Tiempo de ascenso
2-3 horas.
Atractivo principal
El cráter principal (con fumarolas activas en algunas zonas).

Final mágico en Jala

Ya de regreso, y como broche de oro para cerrar el día, me uní a una callejoneada en el pueblo de Jala. Al caer la noche, las luces tenues de faroles guiaban nuestro camino entre las calles empedradas, acompañados de música de banda y alegría colectiva.

Era como estar dentro de una película: gente bailando, cantando, celebrando la vida y sus raíces. Una tradición viva que conecta generaciones y turistas en una fiesta auténtica. No pude evitar sonreír con cada paso. Jala, sin duda, sabe cómo recibir a sus visitantes.

La montaña transforma

Volver de este viaje no fue simplemente regresar a casa. Fue regresar distinto. Escalar el Sangangüey me enseñó a valorar el silencio y la conexión con lo esencial. Volar sobre el Ceboruco me recordó que los sueños no sólo se alcanzan: a veces, sobrevuelan. Ambos volcanes me hablaron a su manera: uno con estrellas y silencio, el otro con viento y fuego interno. Y yo, afortunadamente, estuve allí para escucharlos.

By Charlie viaja